El ajo, en la tradición popular, no tiene un significado muy positivo y ha sido una planta querida y odiada a la vez.
En la antigua Grecia fue considerada una planta de los avernos y dedicada a Ecate (dios de los espíritus que acompañaba en el reino de los muertos) de la misma manera que en el antiguo Egipto los adoradores de Sokar (una divinidad de los avernos), se engalanaron con guirnaldas de ajo. Los taoístas opinan que es una planta que nutre a los demonios y no lo comen, de la misma manera que sostienen que quien se acerca al Yoga, tiene que evitar el ajo.
Por el contrario, al ajo también se le atribuyen virtudes. En efecto el el hombre ha atribuido desde siempre al ajo un poder contra brujas, vampiros, etc. y muy probablemente esto se debe a sus propiedades antibacterianas ya que estos cuerpos fueron considerados parásitos.
Una simpática invocación napolitana (Napoli, regione Campania - Italia) dice:
Agli e fravagli
fattura che non quagli.
Corna e bicorne
capa 'alice e capa d'aglio...
Se aconsejó en efecto llevarlo encima en la noche que precede el 24 de junio (San Juan) junto a otras hierbas (iperico, ruda o artemisia), para protegerse de las brujas que en aquella fecha celebran el gran aquelarre anual en la "noche de las brujas".
En las tradiciones populares el ajo también es considerado un talismán unido al solsticio de verano, tanto que muchos refranes recitan: «Quien no compra ajos el día de San Juan es pobre todo el año».
